La oración es tan necesaria en nuestra vida espiritual como lo es respirar para nuestra vida del cuerpo.

El hombre, por estar formado de alma y cuerpo, tiene en su misma naturaleza una sed de cosas infinitas, siente la necesidad de conocer a Dios, distingue la presencia de un Ser Superior, de Alguien infinito que es la respuesta a sus necesidades.

En la actualidad, después de una época en que el hombre se olvidó de Dios para adentrarse en un materialismo sorprendente, hace apenas unos cuantos años, hemos sido testigos de un despertar espiritual en la sociedad. Los hombres se han dado cuenta de que lo material no satisface sus inquietudes eternas y ha regresado a buscar a Dios.

Dios es un Padre que nos ama, y con la oración nosotros participamos de su amor. Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos.

La oración cristiana da frutos, no sólo con uno mismo sino con los demás, nos hace crecer en el amor a Dios y a los hombres.

Cuando un hombre aprende a orar, jamás vuelve a tener sed, jamás vuelve a ser el mismo, no vuelve a experimentar ningún vacío interior pues la oración llena las necesidades de su alma.

Así como los deportistas se preparan y entrenan para conseguir mejores resultados, el alma tiene capacidades espirituales que pueden estar dormidas por falta de preparación y entrenamiento, por ello es tan necesaria la oración para capacitar nuestra alma.

Si nosotros aprendemos a orar, encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras inquietudes, encontraremos la paz espiritual y nuestro corazón se encontrará lleno de entusiasmo para dar amor a los demás.